6 de marzo de 2010

Por Un Después Del Sapiens


 Foto de E.S. Ross, a partir de la Enciclopedia Británica

Por un después del sapiens
ADL

Ya sé que no es relevante según sus términos; pero usted siga transcribiendo sin chistar, que para eso le pago.

En aquella época había una simpleza natural hasta en la sala de baño. ¿Por qué me mira así? Supongo que usted conoce los bichos bolita, ¿no? ¡Pero sí, hombre! Esas carcasas grises del tamaño de una pastilla ovalada que ni bien uno las toca se enrollan en sí mismas y se hacen una pelotita. ¡Esos! Algunos los llamaban los bichos de la humedad porque solían pulular los rincones enmohecidos. ¡Cómo que los insectos son asquerosos! No eran algo asqueroso. Eran parte de nuestra cotidianeidad. Hace unos días leí que la forma correcta de denominarlos es… espere que lo tengo anotado en un papelito: ‘Armadillidium vulgare’. Sí. Suena a armadillo, a quirquincho. ¿Tampoco? Quir-quin-cho. ¿Que nunca oyó hablar? Es como un bicho bolita, pero más grande y con pelos. Era muy rico al asador, cuando no terminaba en charango. ¡Qué no, hombre! Que no acostumbro a comer insectos. ¡Y pobre animal, que tanto lo hemos consumido que ya casi no se lo ve. Sí, doctor: el hombre espanta, arrasa, le hecha flí a lo que no le gusta, sin entender y sin prever, y al final se va quedando cómodamente solo... ¿Que qué es el flí? Se escribe fleet…

Bué… mejor volvamos a los bichos bolita, porque hay que terminar de escribir este documento para mis dos nietos. Me gustaría que encontraran algún día en un rincón del baño algún bicho bolita. Ya sé que hoy es imposible con tanto deshidratante y detergentes poderosos. Que los vieran ahí, sentados o en cuclillas, haciendo sus menesteres y sin apuros. Créame que esos chicos son hijos del pavimento y del cemento; los aterroriza el barro y los mosquitos porque no sé qué se imaginan que son. ¿Voy muy rápido? Usted me frena cuando sea necesario.

Desearía que pudieran descubrir dónde se esconden, seguirlos, apenas tocarlos y observar cómo se enrollan, ruedan y se quedan inmóviles. Y un rato después, que vieran la manera en la que se desovillan y caminan apresurados con esos pies incontables que se agitan de la forma más sincronizada que se pueda concebir. Quisiera que mis nietos heredaran la naturaleza que en algún tiempo aún convivía con nosotros, porque allí estaba antes. Que inviten a las arañas a que salgan de la casa por la ventana. Que pidan un deseo cuando un grillo se mete por la puerta y que levanten el pie para no cortarles el camino a las hormigas. Eso: que sean huéspedes tolerantes.

No, querido. No creo que todo tiempo pasado haya sido mejor, ya que aunque me haya costado llegar con vida hasta el día de hoy, lo he hecho gracias a los innegables avances. Sí creo que este presente, y por sobre todo el futuro, no pinta bien; siento como que algo se nos ha perdido en el camino. Nos hemos vuelto autistas y demasiado soberbios, violentos y parásitos, egoístas y devastadores. En vez de haber ganado sabiduría para abandonar nuestra adolescencia, nos regodeamos en el confort mezquino y la individualidad estéril. Y así fue que nos olvidamos de que se puede salir al jardín para abrazar al duraznero y al nogal, nada más que porque son seres abrazables; ignoramos que existe el proceso maravilloso y perfumado de las coronas de los jacintos que se abren temprano a la mañana o el despliegue tímido de los capullos de las buenas noches por la tarde; que se puede sentir la tierra respirándonos sobre la piel. Y en una noche de verano poder salir a espiar las luciérnagas entre los ligustros…

¿Que hay que nombrar con claridad la propiedad y sus contenidos? De acuerdo… Escriba que dejo al cuidado de mis nietos la casona de Azul, con todos los fantasmas de los bichos, las plantas que la habitan y todas sus promesas. Y escriba muy claro que de esos fantasmas se tienen que hacer cargo porque son de ellos, y porque la libertad y el progreso bien entendidos son hijos del debido respeto que nuestra especie debe aprender a heredar para no terminar legando perdones siempre tardíos como inútiles. A propósito, ¿conoce usted la historia del pájaro dodo?  ¡No! No bobo, dodo. El pájaro, no usted.