19 de abril de 2016

Tragedia de Costa Salguero - Argentina

Desde el sábado no puedo dejar de pensar en lo poco que algunos valoran la vida de los otros cuando se trata de ganar plata. No puedo dejar de pensar en cómo algunos se aprovechan del contexto de masa para burlar reglas, sobrepasar límites y encontrar la fisura por la que filtrarse más allá de la barrera de control. En estos días, los argentinos tendremos un nuevo debate polémico sobre nuestras mesas que nos recordará la injustificable tragedia de Cromañón, entre otras atrocidades que también se han cobrado vidas y que son, como la de la tecno-party de Costa Salguero, situaciones irreparables. Discutiremos si se pueden seguir permitiendo las fiestas tecno, opinaremos sobre la legalización de drogas, señalaremos con los dedos a los empresarios y organizadores que consideramos culpables, defenestraremos las autoridades de control por su ineficiencia, miraremos en los medios las selfies de los pibes muertos envenenados con una mórbida incomprensión y una pizca de enjuiciamiento moral. Habrá investigaciones, juicios y elucubraciones, presos y no tanto, declaraciones, testimonios y acusaciones, politiquerismo vomitivo a dos aguas, caravanas fúnebres, paneles con los mal educados expertos de las nimiedades, llantos, gritos e inevitables comparaciones que no servirán para nada.

En unas semanas, cuanto mucho, el grueso de la población hoy indignada y herida nos enfrascaremos en nuevas polémicas y debates para pasar la página y regodearnos en el olvido colectivo. Habremos terminado de enterrar a estos pibes habiéndonos enterado con lujo de detalles que en las fiestas tecno muchos consumen mucha droga de síntesis de todo color y forma, que ahí mismo el deal es moneda corriente, que se trafica con el agua, vital para esos eventos, al colmo del comercio salvaje, que entran menores que no debieran, que entran más de los que debieran, que el control es siempre insuficiente y que los medios de prevención y urgencia sanitaria suelen ser inexistentes o escasos.
Y después seguirá ocurriendo que esa gente a la que le importa un pito la vida de los otros se mezclará en la masa, burlará las nuevas reglas y controles, testeará los límites para encontrar las fisuras, montará su chiringuito sin moralidad alguna y se aprovechará del río revuelto, de la despreocupación de ciertos jóvenes, del desinterés de ciertos adultos y de la irresponsabilidad de ciertos responsables para alcanzar el único objetivo que le importa: ganar guita fácil, y cuanto más y más rápido, mejor.