24 de marzo de 2016
21 de marzo de 2016
USA en Cuba
Quisiera pensar, realmente quisiera pensar, que las increíbles fotos que acabo de ver en las que el presidente de los Estados Unidos de América (del Norte) posa con la imagen de fondo del Che Guevara estampada en el edifico del Ministerio del Interior o la otra de Camilo Cienfuegos del edifico del Ministerio de Comunicaciones, durante un acto decididamente histórico de diplomacia que se celebró hoy en la plaza de la Revolución y frente al monumento en memoria a José Martí en La Havana, fueran signos sinceros de un cambio profundo. Quisiera pensarlo, de todo corazón. Y sin embargo no puedo, realmente no puedo, sacarme de la cabeza la imagen de una máquina aplanadora que prepara el terreno para la construcción de enormes centros comerciales o la de una labradora abriendo sin prejuicios el terreno para sembrar de forma masiva las crueles semillas de Monsanto.
20 de marzo de 2016
Hipgnosis y el arte de tapa
17 de marzo de 2016
Mortal Mala Educación
Mortal mala educación
Yo estaba a punto de cruzar porque el semáforo peatonal
acababa de pasar a verde. El tipo al volante del Volkswagen gris, que me pasó rozando,
venía con el celular en la oreja, lo que está prohibido por código, y a no
menos de 50 km/h, que también es una grave infracción cuando se circula por una
zona de un máximo de 30 km/h. Así el tipo, que venía muy jugado, pasó en rojo desacelerando los cien metros
hasta el nuevo semáforo en rojo que esta vez respetó, pero sin sacarse el móvil
de la oreja. Yo ya caminaba en su dirección por la vereda paralela a la
bicisenda. A unos 30 metros por detrás del Volkswagen, una mujer pedaleando una
bici de alquiler. El semáforo pasa al verde. El Volkswagen no avanza enseguida
sino hasta que la ciclista esté pasando a pleno impulso justo por detrás. El
tipo acelera sin mirar, dobla a la derecha sin haber puesto el guiño y se lleva
por delante, en realidad por el costado, a la ciclista. Traumatismos varios y
seguramente alguna quebradura, quita de puntos al permiso y multa, SAMU,
policía, no se deploran víctimas fatales.
1. Circular
usando un teléfono móvil
2. Pasar
en rojo
3. No
respetar el máximo de velocidad
4. No
ceder la prioridad al peatón
5. No
comunicar la intención de cambiar de dirección
6. No
ceder el pasaje prioritario a un ciclista circulando en la bicisenda por la
derecha
Seis faltas al código de la ruta en cien metros
y menos de dos minutos, con la cerice sur
le gâteau de un accidente material y corporal estúpido. En resumen, una
irresponsabilidad que supongo terminará traducida en la justicia como
circulación poniendo en riesgo la seguridad de otros usuarios.
El año pasado decidí tomar clases en una
escuela local de manejo de coches. Durante tres meses asistí a numerosos
seminarios de formación y aprendizaje del código de la ruta en Francia y a
sesiones de manejo en tiempo real que me permitieron pasar hace unas semanas los
dos exámenes teórico y práctico obligatorios para obtener el permiso de
conducir.
Yo ya sabía manejar. En Argentina, de hecho,
había obtenido el permiso que hace décadas se venció y nunca renové, por lo que
siempre estuve limitado para conducir en Francia: digamos que era una
asignatura pendiente. Pero haber hecho esas “dos cursadas” a esta altura de mi
vida fue una experiencia reveladora en varios aspectos, pero uno en particular:
el de la comunicación. Y así en la vida como en la ruta, considero que
comunicamos muy mal en general.
Soy un gran caminante urbano, por lo que he
presenciado en varios puntos del planeta cientos de situaciones similares al enciclopédico
accidente parisino que abrió esta nota. Lo que me permite afirmar, incluyéndome
en la horda de los embrutecidos metropolitanos al volante: manejamos mal, o si
se quiere relativizar, no manejamos correctamente.
Si en un momento de lucidez nos preguntamos qué
es manejar, como eso que hacemos ya instintivamente luego de sentarnos al
volante de un automóvil para trasladarnos de un punto a otro, la respuesta
debiera de ser: manejar es conocer y aplicar el código de circulación en
acuerdo con los otros usuarios con los que compartimos la vía pública
valiéndonos de la habilidad de manipular correctamente nuestro vehículo. Un
código es un lenguaje, una serie de elementos y reglas para transmitir claramente
mensajes y compartirlos en un contexto de comunicación. Dicho de otra manera:
el código de la ruta implica el uso correcto del lenguaje de la circulación y la
correcta conducción del automóvil. Cuando uno de estos dos principios falla, o
los dos, hay un choque. En el uso del idioma oral y escrito, las diferentes
reglas para articular palabras, oraciones y estados conforman el código, y el
uso correcto y claro de la palabra, los gestos y los signos nos permiten comunicar
con los otros. Si algo falla, lo que uno expresa el otro no lo entiende.
Podemos saber cómo pronunciar o escribir una palabra y lograr incluirla en una
frase, pero si desconocemos qué significa y cuál es su subordinación (el lugar
que le corresponde) seguramente nuestro interlocutor no entenderá el concepto
de lo que queremos transmitirle. Por otro lado, aunque seamos doctos en el uso
de la lengua, si no articulamos correctamente (si hablamos comiéndonos las
palabras) nuestros dichos no pasan o pasan mal. Para evitar este tipo de
conflictos comunicacionales, nos educan. La educación es la trasmisión de un
código y la ejercitación de su uso. Ser educado implica que aprendimos a aplicar
el código y lo utilizamos para comunicarnos claramente con los otros.
El problema es que la no aplicación del código
del lenguaje oral o escrito puede crear confusión e incluso situaciones
violentas. Pero la no aplicación del código de la ruta, en una muy triste
generalidad, es literalmente mortal. No fue el caso de la situación que
describí más arriba, pero podría haberlo sido. De hecho, según las autoridades
de tráfico locales, 3400 personas mueren por año en accidentes automovilísticos
en Francia, y el 99 por ciento de esos accidentes están provocados por infracciones
al código de la ruta, y las principales causas que provocan esta negra
estadística son: circular en exceso de velocidad, en estado alcoholizado, no
respetar semáforos y no señalar la intención de maniobra. Teniendo en cuenta
que estoy escribiendo esta nota a mitad del día, según esa estadística ya deben
haber muerto 5 personas en algún accidente, y quizá porque alguien no usó el
guiño o se llevó por delante un semáforo en rojo o circuló a 100 km por hora
donde estaba indicado un límite de 50 km/h o estaba escribiendo un SMS.
Para terminar, y volviendo a la situación que desencadenó
esta reflexión, no estamos solos en la vida ni circulamos solos en la calle,
como parece que pensaba el tipo del Volkswagen gris. Conducir un automóvil es una
responsabilidad que de ninguna manera se puede tomar a la ligera porque en eso se
juega la vida de uno y, lo que es peor, la de los otros. Si yo fuera autoridad
pertinente, no dudaría un minuto en quitarle al conductor del Volkswagen gris
el derecho a circular en un automóvil hasta que me demuestre sin ambigüedad que
conoce el código y, por sobre todo, que lo aplica a rajatabla. El registro de conducir
es una herramienta muy útil que debiera extenderse solamente como resultado de
un proceso de educación probada. De lo contrario, y en manos irresponsables,
puede convertirse en un arma mortal.
Datos estadísticos de mortalidad rutera:
- Muertos debido a accidentes de la ruta en
Argentina durante 2014 (1): 7613 personas (más de 21 personas por día). Media de
América latina: 2148. Población de la Argentina: más de 43 millones.
- Muertos debido a accidentes de la ruta en Francia
durante 2014 (2): 3384 personas (más de 9 personas por día). Media de Europa: 3809.
Población de Francia: más de 67 millones.
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