10 de noviembre de 2005

Fuego



Fuego
Alejandro Luque

U
na Francia que se quema desde hace trece noches. Un fuego que no sólo quema sino que ilumina una triste realidad político-social que no es nueva. El estado vociferando y amalgamando grosera y soberbiamente puede convertirse en la primera chispa. Jóvenes destinados a no conseguir una plaza laboral por su etnia o por su dirección personal, allí donde el estado facilita a las grandes empresas su instalación y les reduce sus impuestos. Comunidades que se “enghettizan” por la discriminación y la falta de recursos educacionales y de inserción adaptados. Reducir sí o sí el budget del estado eliminando la policía de proximidad de los barrios calientes y muchas ayudas sociales concretas a las clases menos privilegiadas tiene un cierto precio. Una política de empleo agresiva y desmedidamente discriminatoria no es tampoco gratuita.

En el país de la libertad, la igualdad y la fraternidad el fuego revela que esos principios están en vía de extinción como resultado de las continuas regresiones sociales de las que se alimentan las políticas cada vez más neo-liberales. La sociedad francesa que vio en 10 años cristalizarse una política de seguridad dirigida esencialmente a los que más tienen, hoy está tan confundida que no logra comprender si el fuego quema o purifica. ¿No será que hay dos sociedades bien distintas manejando dos significados diferentes de la palabra fuego? Un fuego imperdonable que, hay que decirlo, va también de la mano de los bribones y los oportunistas; porque a río revuelto…

Ante anoche el fuego batió nuevos records: más de 270 comunas en llamas, más de 1400 coches reducidos a cenizas, más de 400 detenidos y el primer muerto. Pero el fuego caprichoso se atacó también a escuelas, a templos, a centros de empleo, a gimnasios, destacamentos policiales y municipalidades. Y cada vez hay menos buses.

Los llamados a la calma de Chirac y de los líderes religiosos y sociales de las Cités no parecen funcionar como un buen matafuego. El primer ministro reflotó los humillantes decretos del toque de queda que datan de la guerra con Argelia. Así que a partir de las diez todos a la camita y sin chistar. No hubo nuevos records esta noche. Y este hombre tiene pinta de todo menos de bombero eficaz.

Pero no hay que olvidar que el fuego posee esa otra extraña capacidad: no respeta fronteras. La antorcha de la discordia francesa ya flamea por los suburbios belgas, alemanes y portugueses. ¿Cuánto tiempo más resistirán los Pirineos y los Alpes? ¿Cómo hará el fuego para cruzar el Canal de la Mancha? Por lo demás, el hexágono se hunde en un mar de cenizas injustificables desde donde se lee la pregunta: ¿sabrán interpretar TODOS los responsables dónde está la raíz, el foco primario de este fuego para extinguirlo definitivamente antes de que sea ya muy tarde?

Cualquier similitud con otra realidad...

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