26 de junio de 2010

Pentimento


 Foto del biologuerà, de la serie Natura à Genevilliers

Pentimento
Alejandro Luque

Como si se tratara de modificar nuestro destino, me pedís que te diga qué me da más miedo. Y en esa pregunta que circula entre esto y aquello me estás exigiendo un corte, una discontinuidad. Es eso lo que me asusta. Me asustan las líneas entrecortadas, porque siento que en el vacío que las separa podemos perdernos, como en nuestros argumentos circulares que nos ponen frente a frente como un dos romano. Me aterran las curvas de mi cuerpo cuando me las señalás para recordarme que son un signo de declinación y el motivo de tu desinterés. No menos que tu insistencia en comer rabanitos y espárragos para pavonearte de lo recto de tus abdominales. Me da miedo verte consumiendo la imagen chata y mudable que te vendieron, porque te quita calor y sustancia. Sin embargo me gustan y animan tanto los caprichosos surcos que ondulan tu frente como los paréntesis que amurallan tus labios, a pesar de las cremas y de la botulina. Te hacen más humana, más marcada por la vida y, por ende, más sabia. ¿Sabés? Se me ocurre que la sabiduría es tan perfecta como un círculo y tan contundente y abarcable como una esfera. La asocio con nuestras cabezas, con los lóbulos de nuestras orejas y la curvatura de nuestros labios –los tuyos, todos–, con nuestras lenguas, tus senos y mi glande, con las extremidades de nuestros dedos, con nuestros ojos. Le tengo miedo al vacío y a la ausencia porque me resultan yermos, aplastados, sin ningún relieve. Con el uno forzado no hay salida ni variedad… no hay volumen… no hay dos: sólo aislamiento y tedio masturbatorio. Me atormenta la ‘o’ cortante que pronunciamos en un no, casi tanto como la que suele habitar nuestros yos cuando perdemos la posibilidad inconmensurable que encierra la 'í' de un sí capaz de abrir todos lo planos posibles. Si querés saber qué me produce más miedo, te digo que nuestra curva cuando está en menguante y nuestra cama cuando se convierte en monotonía individual. Si querés saber más, si algo se puede hacer, hagamos rulos con nuestras lenguas y abrasemos los planos de nuestros cuerpos. Reconquistemos todos los recodos y cañadones oscuros que hemos estado deshabitando y colmémoslos de nosotros. Vas a ver que constelándonos en una célula única crearemos una nueva dimensión sin miedos ni contrarios

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