2 de abril de 2010

Entenderás


 Campaña española contra la violencia de género

Entederás
ADL

Pensaste quizá, desde el principio, que ciertas expresiones de mi rostro carecían de sentido, y por eso te permitiste persistir y volver a comenzar, una y otra vez. Y quizás también los monosílabos que me arrancaba tu insondable presencia te parecían un juego, un murmullo de gata arisca y caprichosa que siempre terminaba viéndote allí arriba como al enorme y poderoso domador de fieras que pretendías ser.

Quizá creíste, al regresar esta tarde con un nuevo saco repleto de promesas y súplicas repetidas, que encontrarías a la misma mujer en la casa: esa que siempre fui y que vos te empeñabas en tallar con tus manos, tu cabeza, tus piernas, con lo que se te cruzara en el camino. Sin duda te olí desde la habitación antes de que tus puños comenzaran a descargar su impaciencia sobre la puerta que no debías franquear. Vos, como de costumbre, habrás percibido mi desesperación aferrándose a los muros de nuestra ruina labrada a fuerza de desrazones.

Quizá en ese momento te convenciste de que los eternos vecinos ciegos sordos mudos seguirían sin entrometerse. Seguramente fue por eso que, desde tu cómoda impunidad, derribaste la puerta como un toro rabioso, te volviste a meter en mi vida y en mi carne que considerabas tu propiedad, y me arrinconaste ‒una vez más‒ entre la cama y el ropero ya vacío. Como de costumbre no escuchaste los gritos, todos tus gritos. No necesité aclararte que me largaba porque no me diste tiempo. No obstante, al reconocer los efluvios imparables de tu adrenalina, volví a decirte "¡No!".

Quizá el germen de tu enfermedad fue siempre la injustificable imposibilidad de comprender el alcance y el límite de esa palabra tan simple, por lo que el último golpe fue el más certero de toda tu vida y llegó antes que la policía.

Pero si algo hay de seguro, aunque ya sea tarde, es que ya no podrás venir a dejarme flores ni a llorarme arrodillado. Desde hoy podrás empezar a domar el tiempo en tu jaula para imaginar qué habría sucedido con nuestras vidas de haber respetado el significado del primero y el último de mis “¡No!".

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