20 de julio de 2009

Pseudo-ensayo Sobre La Triste Irrealidad Del Jeringoso Y El Síndrome De Plutón Asociado


Perfecta imágen encontrada en este lugar

Pseudo-ensayo sobre la triste irrealidad del jeringoso
y el síndrome de Plutón asociado

Apalepejanpadropo Lupuquepe

“¿Vospo hapabláspa elpe jeperinpigoposopo? ¿Sipi? ¡Gepenialpa!”

Resulta que he vivido convencido de que ese idioma que hablaba con mis amigos para que nadie entendiera nuestros secretos en el colectivo o en el recreo, no sólo no es un idioma sino que tampoco se llama “el jeringoso”. Según la monárquica academia ibérica, este ‘lenguaje especial de algunos gremios, de mal gusto, complicado y difícil de entender, usado coloquialmente también para denotar una acción extraña y ridícula, y localmente para señalar que alguien anda en rodeos o tergiversaciones maliciosas’, se denomina muy femeninamente “la jerigonza”.

De alguna manera tardía, es triste darse cuenta de que uno vivió la ignorancia cultural de ostentar el uso de una lengua no materna –bueno, en este caso un ‘lenguaje gremial y de mal gusto’–, mencionándola incorrectamente. Como creerse que uno posee un finísimo tono oxfordiano que resuena “very bright” al invitar a su mejor amigo con el “Do you like some tea, my dearest?” y escribir convencido en el CV que uno habla “fluently linglish”.

Así es que en mis verdes años me faltó, sin duda, algún colocutor integrista que, a la pregunta de más arriba “¿vospo hapabláspa elpe jeperinpigoposopo?”, me respondiera, “¿Quépe? Lapa jeperipigonpozapa, queperráspa depecirpi”, y con tan adusta sentencia aboliera futuros decenios de escarnio ajeno. Y no, no lo hubo, por lo que seguro que no faltó algún soporeptepe escuchando de refilón, y al haber descubierto el error en la dicción haya salido corriendo a dispersar la clásica ignominia “¡Dipijopo jeperinpigoposopo! ¡Dipijopo jeperinpigoposopo!

Reflexionando acerca de mi falla lingüística, intenté encontrar su génesis (todo error tiene un principio). ¿Por qué para mí era jeringozo la jerigonza? Y la respuesta me vino en una imagen ‘patente, patente’, como diría la Chona. Si uno se fija en la sintaxis de este ‘lenguaje de mal gusto’, rápidamente entiende que se trata de dividir las palabras en fonemas silábicos a los que se le agrega a continuación una “p” más la vocal fuerte antes contenida. ¿Sepe enpetienpedepe? En realidad, no es ni más ni menos que la “inyección” de nuevos fonemas a la serie original. Y quien dice inyección piensa en las temibles “jeringas”, lo que me ha llevado a imaginar, seguramente, que como existe una forma de hablar “gangoso”, el hecho de inyectar fonemas que comiencen con “p” en las palabras es un arte jeringoso o, dicho de otra manera, es el uso del idioma jeringoso ¿Mepe Sipiguenpe?

La explicación a mí me tranquiliza, aunque descuento que la corona ibérica me dará cero crédito. Pero sentirme un inculto súbdito a la altura de mis abriles no me piace. Por lo que me puse a buscar de dónde sacaron los monarcas de la lengua la raíz de la jerigonza, algo así como intentar una epistemología casera o apócrifa. Y encontré una pista consultando al príncipe bobo de la monárquica, también llamado en la intimidad el Depedé, por eso de Diccionario panhispánico de Dudas. Parece ser que se asimila este ‘lenguaje complicado’ a la ‘jerga’ (vocabulario técnico o de oficios), cuya raíz proviene del francés “jargon”, y ésta a su vez del provenzal “gergons”. De ahí también que se pueda leer de vez en cuando (aunque ‘no se recomienda en la lengua culta’) “gerigonza", o escuchar en el seno de ciertos calderos populares el también incorrectísimo “jeringonza”. Tocado.

He aquí la confesión de mi incultura revelada desde los pliegos reales que resultan indiscutibles. Pero yo me pregunto, ¿con qué derecho los monarcas de nuestra lengua nos quitan este verdadero idioma que tiene reglas estrictas (cuidado con pluralizar los fonemas “p”, salvo que se quiera marcar la diferencia, y dividir diptongos indivisibles) y hasta dialectos, varios nada más que en la misma Argentina (el rosaringasino, el cordobái’) ? Me siento igual que cuando me quitaron a Plutón como el noveno planeta del sistema solar y nos enchufaron un plutoide (un pluputoipidepe) un tanto perdido en el espacio, y la mar en coche: yo me quedé inocultablemente desequilibrado con mi bagaje cultural portado durante decenios (sin mencionar los estragos que la abolición de Plutón habrá hecho en las predicciones astrológicas y la vida de quienes se sienten afectados por los planetas). Y como de costumbre, nadie dijo nada (ni un sólo cacerolazo en este planeta que nos permiten habitar) por que nos devuelvan a Plutón. Por lo que hoy tenemos, y por decreto, ocho planetas y un montón de piedritas más o menos grandes dando vueltas por ahí, que ni quiero imaginar lo que producirá en los ascendentes de la nueva generación. Con lo de la jerigonza, ‘este lenguaje especial’ reducido a algo que esconde ‘tergiversaciones maliciosas’, yo me siento igual, si no peor.

Y si se trata de declarar la guerra a la monarquía, yo pongo mi grano de arena y cuento con las huestes de Amazonas siempre dispuestas (las huestes y ellas mismas) a combatir el detalle injusto. No, yo no me voy a ir a dormir herido sin haber lanzado mi estocada. El reino del castellano mantiene vicios machistas inocultables, y suele otorgar el género femenino a conceptos que considera menores. Como la jerigonza ha sido definida como el lenguaje de un grupo ‘gremial’ (Moyano viene entonces a ser en una especie de Delfín), entonces es menor que el lenguaje alemán que se practica en pleno desenfreno de la Octoberfest, o el inglés susurrado en medio de la bruma londinense, o el árabe que se grita de una orilla a la otra del famoso canal Suez. O sea que el modo de comunicación ‘difícil de comprender’ tendrá género femenino: la jerigonza. Al igual que la jerga, (por más que venga del “jargon” francés, que es masculino): como es algo menor a un idioma, la corona bregará por su feminidad. Pienso en el nivel superior que denota EL habla en nuestras cabezas como matriz de LA comunicación que resulta; EL verbo sobre de LA palabra, EL párrafo encima de LA oración. Yo que me jacto de los ismos, me encuentro inculto y rebanado de mi masculino jeringoso. ¡Habrase visto!

Pero nunca es tarde cuando la dicha es buena, o algo así. Hoy he tenido la oportunidad de desasnarme y de evitar, en los años que me queden de vida, incurrir en el mismo error jeringuístico, pero todo tiene un límite. Por eso, compañeras: ¡cuento con ustedes! Y también con los muchachos que sienten el mismo síndrome de Plutón. Mientras tanto dejaré de hablar la jerigonza porpo laspa dupudaspa.

Archívese, divúlguese y déjese estar.

1 comentario:

olghetta dijo...

Esta mañana me he puesto a escribir sobre "pseudopersonas". Me ha gustado mucho tu texto, felicidades.