8 de agosto de 2009

La Leyenda Del Viento


Foto encontrada en la red

La leyenda del Viento

Alejandro Luque


Phebeas O'Reilly no tenía pata de palo, ni parche en el ojo, ni garfio por mano. Sin embargo, poseía un curioso papagayo originario de las islas Maldivas, cuyo mar circundante fue uno de los primeros que este bucanero surcó en sus mocedades. Como el ave no hablaba, nunca tuvo un nombre, pero los tripulantes de la flota lo llamaban el “húo de Neptuno”. Justo antes de las tormentas, el ave solía exaltarse y proferir incansablemente el extraño graznido de ¡huuúoóooh, huuúoóooh! Hay quienes aseguraron que el papagayo era la mano derecha del demonio, y que el mismo demonio no era otro que O’Reilly.

Según se cita en “Las Crónicas Marítimas del Sur”, Phebeas fue un despiadado y solitario lobo de mar que vestía de negro y blanco. En varios partes de la Armada Real de Hyspania, se mencionan los atracos sangrientos de un bucanero del norte apodado “el Orca”. Sir Barnes Baring, en su magnífico “Archivos de la Piratería en los Mares del Imperio”, asocia de manera indiscutible a la persona de Phebeas O’Reilly con el misterioso “el Orca”: …como asediaba los mares con su flota de tres navíos inseparables –el Viento, el Este y el Quizá- lo apodaban “el Orca”. (…) Constan en los registros de la prisión de la isla Victoria las confesiones detalladas del tránsfuga contramaestre del Este que confirman esta aseveración.

El Orca conformó la que habría de ser su flota implacable luego de obtener un importante botín de oro que transportaba un navío de la corona portuguesa. Según confirma un parte de la corte marítima de Portugal, el navío a mando de O’Reilly cañoneó y averió definitivamente la fragata de su Real Majestad a la altura de Cabo Verde. Luego del abordaje, el pirata incautó todas las posesiones en metal, como también el negrerío [sic] de esclavos que se transportaba con destino al mercado de Lisboa. (…) La insignia, propiedad de su Majestad, fue hundida. Hasta ese momento, la actividad de Phebeas no comprometía los intereses de la otra corona, la británica. Por lo que es de comprender la ausencia de registros en los primeros tiempos de la vida de este pirata.

Todo hace pensar que el Orca y su escuadra fueron los responsables del hundimiento de “La Gracia”, una insignia británica que transportaba oro y esclavos de las Américas, y la hija del Cónsul Británico en Monterrey. La joven, Margaret Philips, prometida a un noble londinense fue dada por muerta a falta de pedido de una recompensa. Pero el contramaestre del Este ha dejado testimonio de su cautividad en el Viento ya que el capitán del navío solía atravesar su cubierta con ella cuando la mar no estaba brava. Sin dudas, la mujer se convirtió en un sostén para O’Reilly: …preparados para abordar el navío español, la Señora convenció al capitán de hundirlo sin tomar posesión del metal.

No resulta comprensible aún el sentido de los movimientos del Orca y sus navíos. Hay quienes afirman que las rebeliones en las islas de Australia tienen que ver con la llegada de la flota de O’Reilly a esos mares, pero al mismo tiempo se cita la presencia del pirata en las inmediaciones de Samoa y abordajes poco creíbles en las regiones marítimas de Papúa y Seychelles. Pero algo inesperado debió de acontecer al norte de las islas Comores, ya que en esa época la actividad de Phebeas y su flota se vuelven caóticas.

Hay testimonios que afirman -entre ellos, los del contramaestre del Este- que el asalto a un bergantín con el nombre de “La Argentina” hirió mortal e inopinadamente al Viento, y que en aquel asalto Margaret perdió la vida. Otras fuentes hablan de la decadencia de O’Reilly, enceguecido por aumentar sus cuantiosos tesoros. Como sea, el Orca emprendió retirada y se refugió en el puerto natural de Anjouan. Parece ser que es allí donde enterró gran parte de su tesoro y el cuerpo de Margaret. El contramaestre del Este dice: … El Orca se volvió lánguido y extremadamente iracundo. (…) Lo obsesionaban los brujos locales y sus visiones. Jamás se separaba del “Húo de Neptuno” y solía increparnos violentamente para terminar de reparar al Viento. (…) Nunca volvió a hablar de la Dama, pero todos sabíamos que el golpe había sido certero en el alma de nuestro capitán. (…) En el último consejo de guerra, condenó a pasar debajo de la quilla del Quizá a siete tripulantes. (…) Solo y descontrolado, el Orca nos exigía, a cambio de tesoros imaginarios, seguirlo ciegamente.

Cuenta una leyenda que el Orca contrajo por aquella época la fiebre del sueño y estuvo al borde de la muerte. Cuando se despertó, comunicó a su equipaje que había visto una ciudad de cristal y plata con altísimas cumbres al otro lado del océano. Sabía que se trataba de un viaje largo y que lo único que sabía hacer era apoderarse de los tesoros que acaparaban los otros. Así el comandante del Viento comenzó su legendaria travesía. El primer navío de su flota en amotinarse fue el Este. Quizá lo siguió, y entre ambos rescataron los tripulantes del Viento.

El Orca y su papagayo se perdieron definitivamente cerca de las Azores. Los marinos supersticiosos aún temen encontrarse con el Viento cuando, a cada tormenta, escuchan filtrarse por las escotillas el fantasmal ¡huuúoóooh, huuúoóooh! premonitorio.

No hay comentarios: